No me gustaría saber cómo podría ser un día diferente, un día en el que tú no estuvieras y yo tuviese que reinventar mis gestos, aprender de nuevo a articular las palabras, porque se me ha olvidado cómo se vive y cómo moverme dentro de este mundo en el que tendrías que estar tú, que me enseñaste los gestos y la palabras y el movimiento de los ojos.
Ojalá nos quisiéramos siempre, como si fuera obligatorio.
O como si la vida nos lo fuera a permitir. Sí: es literalmente así. ¿Cómo lo supiste, Pepa?
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