Los padres llevan al niño al circo y pueden disfrutar del espectáculo, pero no miran a los elefantes. Al menos no como los mira el niño, que es con toda la atención. El adulto simplemente, si eso, ve a los a los animales y luego, si eso, dice algo sobre el maltrato animal o lo bizarro que parece un señor con látigo enfrentándose a unos leones. Los niños odian a los payasos, no sé cómo nadie se ha dado cuenta de eso todavía. El niño odia a un humano que se disfraza de una cosa para aparentar no ser humano, y que anda raro y hace gestos estudiados que no son graciosos. Pero el elefante y los leones, eso es otra cosa. El niño es el admirador mayor del mundo, en cuanto a su capacidad de atención hacia todo lo que es natural: la hilera de hormigas sobre las losas de la calle, los bichos bola, las mariquitas redondas o alargadas, los piojos, las moscas, los gusanos...
Yo de pequeñito, cuando iba al circo, en cuanto que veia la jaula de los leones, se me ponía un nudo terrible en el estómago y no respiraba tranquilo hasta que el último leon se había marchado por el túnel ese.... ¡Que miedo pasaba...!
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