Si yo fuera capaz de odiar, u odiase, sentiría un equilibrio extremo. Al odiar, el enemigo sería otro (no yo), y así no ser verduga y víctima al mismo tiempo. La que se da a sí misma a sí misma. Ese narcisismo extraño de la guerra del dolor.
El que no odia no ama. Y así, es la forma de odiarte más tonta que existe.
Quiero aprender a infligir castigos (a los otros).
Alumbrado Público
Hace 9 años
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