viernes, 16 de enero de 2009

Paredes

En la casa cada uno tenía su habitación, que era como uno mismo, con sus adornos y sus losas rotas y todas esas cosas. Todos sabían de la existencia de las losas rotas de la habitación del otro, porque entre ellos se contaban lo de las losas y además porque se veía, pues no se trataba tampoco de gente misteriosa y no les molestaba mantener la puerta abierta. El recuento de las losas rotas de cada habitación y los comentarios que vendrían al respecto: “Es que yo me trompiezo”  “Es que yo, aparte de trompezarme, sé que mi tía está enterrada justo debajo y me da miedo”, se hacía en las zonas comunes, que son comunes también a todas las casas normales. En un principio, ni en el salón ni en la cocina había losas rotas, y podría decirse que en esas zonas, que eran las visibles a todos los invitados, se vivía bien y sin trompezones.

Pero ocurría que a veces uno obligaba a otro a visitar su habitación, y le decía: “Mira mi losa. No, no, pero písala, pon el pie, quiero que sientas lo que yo siento” Y cuando el otro lo hacía, presionado por el uno, aparecía misteriosamente (ellos no sabían la razón) una losa rota en el salón, que más tarde y si la cosa se complicaba terminaría por aparecer también en la cocina y en los cuartos de baño.

También podía ocurrir de otro modo, aunque con los mismos resultados. A veces otro irrumpía sin permiso en la habitación de uno y le decía: “Bah, capaz de que tu tía Ana Gloria no esté enterrada aquí debajo, vayamos a comprobarlo” Y ante la sorpresa de uno, otro se acerca a la losa, profana la tumba y descubre que, o evidentemente ahí estaba la tía (inmóvil), o bien ahí debajo no quedaba constancia alguna de restos vitales, fósiles o cualquier cosa que se le asemejara a la tía Ana Gloria (ya fuera esto una baraja del Tarot o una cara de Bélmez), y cualquiera de estas dos posibilidades provocaría la misma reacción en el uno, que por generalizar se calificará como negativa (gritaba y se escuchaba, de cuando en cuando, la palabra “respeto”) y las mismas losas rotas en salón, cocina, aseos y terrazas.

6 comentarios:

  1. Es mejor no levantar muchas losas. Pueden empezar aparecer muertos. Lo mismo ocurre con las columnas de carga de las viviendas, en las que uno nunca sabe si se va a encontrar a Manolo el del diente de oro o a cualquier otro obrero fenecido bajo los escombros de un accidente laboral.

    Este texto me recuerda mucho a las Historias de cronopios y de famas, pero con esos dejes maripétricos (de Mari y Petra) que le dan tanta personalidad

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  2. *Empezar a aparecer

    Yo hago las liaisones a mi gusto, chiqui

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  3. Uno de los mejores comentarios, y además lo tengo "comprobado".
    Pisa aquí aquí justamente.

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  4. Sí, es un plagio estructural. Me estoy argentinizando.

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  5. Me gusta mucho, chiqui. Da gustito leer algo tan refrescante en el mundo bloguero. Y coincido con la excelente percepción de nuestra erudita literaria (aunque para nada “a la violeta”) con la cosa entre Cortázar y Borges. Mu lograo.

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  6. Tú sí que estás lograo.

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