Qué importantes son las series de televisión. Consiguen alimentar al ser humano de todas las palabras que podrá decir a lo largo de su vida. Con ver una sola temporada de cualquier serie de tv estamos preparados para enfrentarnos a un desamor, a un vacile, a una mirada inquisitiva. Lo mismo ocurre con los libros, la televisión, los oradores, la escucha atenta a esto y lo otro. Uno no es el mismo cuando descubre, tras ver cierta película, que las palabras pueden resultar cruciales a la hora de conformar con nuestra imagen. Decir cosas bonitas y con sentido, de tal forma que parezca sonar la música de John Williams de fondo. Los que no leen libros puede que nunca alcancen a expresar con su cuerpo tanto “lirismo” o “poesía”. Y yo pienso que la mayor poesía son tus miradas tímidas, tus intentos básicos, tus gestos que sin saberlo llaman a mis gestos.
Marcial (el de “Médico de familia”) no se convirtió en personaje a raíz de unas observaciones totales de la realidad, sino a raíz de unas observaciones parciales de la realidad. Es por eso que Marcial es no el resultado doblado de la realidad, sino el resultado sin dobleces, simplificado. El resultado es, por tanto, una copia limpia y pensada de la realidad, una cosa que no es nada, que es como si fuese nada porque no existe, esto es: la idea de un ideal que consigue, algunos sabrán cómo, integrarse en el mundo real, éste, que por su naturaleza debería ser y es más ordinario y extraño y repetido y nuevo que ese mundo de ideas al que me aferro: un mundo de metales pulidos desnudos sin telas.
Una parte de mí añora las cosas sucias, la maraña de hilos que envuelve las cosas, abrigo de enredos.