jueves, 27 de enero de 2011

"El que quiera seriamente disponerse a la búsqueda de la verdad, deberá preparar, en primer lugar, su mente a amarla."

John Locke

lunes, 17 de enero de 2011

Chesterton

Leí aforismos de Chesterton. Éstos llamaron mi atención:

El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general.

La fantasía nunca arrastra a la locura; lo que arrastra a la locura es precisamente la razón. Los poetas no se vuelven locos, pero sí los jugadores de ajedrez.

El lógico desequilibrado se afana por aclararlo todo y todo lo vuelve confuso, misterioso. El místico, en cambio, consiente en que algo sea misterioso para que todo lo demás resulte explicable.

El pesimismo no consiste en estar cansado del mal, sino en estar cansado del bien. La desesperación no consiste en estar cansado del sufrimiento, sino en estar cansado de la alegría.

No es bueno que los hombres sepan hasta qué punto somos buenos.

Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista; pero una mala nos dice la verdad sobre su autor.

Los ángeles pueden volar porque se toman a sí mismos a la ligera.

En la tierra de la anarquía absoluta no hallaréis aventuras, pero en la de la autoridad, cuantas os plazca.

Es difícil dar una definición de la lealtad, pero quizás nos acercaremos a ella si la llamamos el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida.

Emporio celestial de conocimientos benévolos

«Esas ambigüedades, redundancias y deficiencias recuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.»

Borges, El idioma analítico de John Wilkins

à Esta lista, cuyo "descubrimiento" Borges atribuye a Franz Kuhn, ha originado una multiplicidad de comentarios filosóficos y literarios, como el inicio del prefacio de Las palabras y las cosas, de Michel Foucault. Louis Sass sugiere que revela un pensamiento esquizofrénico. En contraste, el lingüista George Lakoff señala que la lista es parecida en muchas categorizaciones de culturas no occidentales (véase taxonomía popular).

domingo, 16 de enero de 2011

martes, 11 de enero de 2011

El cuerpo empresarial

El cerebro es el centro de organización, la secretaria, el sistema de archivos. Sin cerebro nos volvemos locos. Descerebrados.

Los nervios son los relaciones públicas, los publicistas, los periodistas, los profesores. Su función es transmitir. Qué nervios.

Sobre el fuego

«Ocurrió en cierta ocasión que, a causa del choque o frotamiento, se produjo fuego entre las ramas secas de un bosque, y cuando lo vio, percibió en él algo que le infundía pavor, una cosa a que no se hallaba acostumbrado de antemano, y permaneció de pie largo rato sumido en la mayor estupefacción. No dejó por esto de acercarse a él poco a poco, notando su penetrante brillantez y su poderosa eficacia, por cuanto no se le aproximaba cosa alguna sin que se apoderase de ella y la convirtiese en su propia naturaleza. […] No cesó luego de propagar aquel fuego alimentándole con yerba seca y abundante leña, y a él acudía con frecuencia durante el día y la noche a causa del placer y admiración que le causaba. Acrecentábase su afición a estar a su lado durante la noche, por cuanto con su luz y calor hacía las veces del Sol, aumentando con ello su estimación y aprecio; a tal punto, que creyó que aquella lumbre era lo más excelente de las cosas que le rodeaban. Como viera que siempre se movía hacia la parte superior y que su tendencia era elevarse, se apoderó de su mente la idea de que sería una de aquellas sustancias celestiales que estaba observando, y experimentaba su fuerza o su poder sobre todas las demás cosas, arrojando éstas en su seno y viendo cómo se apoderaba de ellas más presto o más tarde, según la mayor o menor predisposición a la combustión que ofrecía el cuerpo arrojado a la hoguera.»

Ibn Tufail, El filósofo autodidacta