lunes, 2 de noviembre de 2009

Escriba aquí su nombre y muéstreme cómo me llamo

Hoy he pensado que la honestidad que yo busco no es la honestidad de aquellas personas que no cometen actos inmorales. La honestidad que yo busco es aquella en la que, a pesar de cometer errores (que son los actos inmorales), los aceptaré con todas sus consecuencias. Y seré honesta no en la medida en que ofrezca mi honestidad a la sociedad, sino en la medida en que me ofrezca honestidad a mí misma. Solo así lograré ser auténtica y venir a cumplir la misión que me fue encomendada.

Mi misión es conseguir, a través de tanteos, un estilo propio en el que mi actividad creadora me defina con la autenticidad que se supone que ha de tener un ser humano. No es que escriba o haga lo que me salga del coño. Eso por descontado. Escribo aquello que es necesario en el camino de mostrarme tal y como soy, en el camino de entregarme profundamente a través de una actividad creadora. Por eso surgirán los fallos y las incoherencias, y las inconexiones y tal. Pero esos fallos serán necesarios en la medida en que me muestran a mí misma tal y como soy, en la medida en que me permiten acercarme al mundo y a ti, en la medida en que escribir estas líneas prácticamente vacías me supone dar amor. Quizá el arte sólo es de verdad si es un arte que otorga amor, un arte que abarcando el universo, toma una forma distintiva a través de un solo individuo.

¡Yo me creo a mí misma muchísimo, me creo tanto…!

A veces escribo frases incompletas, oraciones sin verbo (verbo como núcleo, no como palabra) y las guardo hasta que algún día vuelvo a mirarlas. Entre ellas encuentro muchas que tienen una relación que yo nunca pude hilar de la manera correcta, y mi trabajo debería consistir en saber unirlas y estructurarlas para fijar mis nuevas ideas (que son como barreras) y celebrar un adviento o una cuaresma mental donde me preparo para saltarlas, con menos esfuerzo (con más conocimiento) que si me las hubiera encontrado de repente, sin prevenirlas.
El caso es que no se me da demasiado bien unir o hilar. Y mientras ahí estoy, parada, notando cómo mi corazón se desboca al encontrarse en la soledad más profunda que es la que se da cuando sólo hay pensamiento, cuando la quietud es del todo imposible y surge un error, un maremoto que acaba con lo único que tengo. Tengo muchísimo miedo a la muerte no-fortuita. (El maremoto no es fortuito porque no viene de repente. El maremoto es el error y la muerte y surge de una necesidad latiente que ha estado ahí durante un tiempo indeterminado, con la seguridad completa de que algún día efectuará su salida).

Prometo saber diferenciar las partes, prometo intentar moderar un debate en el que todo el mundo habla y mueve los ojos y nadie participa, porque participar es darse y darse es pensar, y darse es pensar por encima de todas las cosas que ocurren y evadirse del mundo, y estar solo en una nube sin moverse. Odio mover los ojos. Creo que los ojos me asustan y por eso siento la necesidad de moverlos todo el rato, porque todo lo que asusta, asusta más en la quietud.

No sé, pero la quietud me parece una cosa rarísima.

"¿Eh, me estás escuchando?" Sí, tranquilo, puedo escucharte al mismo tiempo que hago croché. Eso sí, lo que no puedo es escucharte al mismo tiempo que te escucho.

No todo está hilado. Hay momentos que se encadenan con otros a través de, simplemente, respiraciones.

2 comentarios:

  1. Bonito post! Estoy muy de acuerdo con lo que dices.

    Me ha recordado a una cosa que escribió Ray Bradbury en el prólogo de "Zen en el arte de escribir":

    "Cada día al saltar de la cama piso una mina. Esa mina soy yo. Luego me paso el resto del día volviendo a juntar los pedazos."

    Saludos!

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  2. Pepa, la de la cosa fina.
    Imbricadísimo post. Enhorabuena.

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