domingo, 13 de septiembre de 2009

Miedo a decir que tengo miedo

Porque si dijera: tengo miedo (con la letra o con la boca), cuando de verdad tengo miedo, y si lo dijese de verdad, de forma que todo el mundo lo entendiera (de una forma muy básica, para entendernos), si dijese eso así, traería consecuencias para el rededor. Onda expansiva de la bomba, poros que supuran miedo.

Un ejemplo sencillo es el de alguien que tiene un ataque para morirse y tiene que asistir, ineludiblemente, a qué se yo, a una comida de empresa. Y existe un momento en el que quieres gritar: “Tengo miedo, no sé qué hago aquí, estoy flipando porque no sé qué hago yo preguntándome cómo se coge un tenedor cuando de toda la vida he comido con cubiertos”. En ese momento, con esa gente, tengo miedo de tener ganas de decir: “Tengo un miedo que lo flipas”. Porque ciertamente lo fliparían bastante.

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