miércoles, 16 de diciembre de 2009

A qué jugamos

Tú buscas el laberinto para así poder librarte del monstruo. Porque el laberinto es una forma de enfrentarse al monstruo (tiene escondistes, sirve para despistar a la presa).

Yo busco el monstruo para poder librarme del laberinto. Sé que el laberinto tiene su encanto, un encanto atroz.

Lo veo ahí. Con su yogur. Se lo podría estar comiendo solo, en su habitación, o solo, mientras ve la tele. Pero se queda ahí porque quiere estar con gente, no porque en realidad lo desee (es mucho más cómodo comérselo estando solo, pensando uno en sus cosas), pues ni siquiera participa en la conversación. Sino por esa necesidad de intentar sentirse abrigado, aunque solo sea por unos minutillos al día. El contrato ese que te dice que hay que pasar tiempo con la familia, hablar con ellos, que la soledad no es buena. Y yo lo veo ahí sentado, desde la soledad de mi habitación, y me da algo de pena. Y lo veo tan bello, tan frágil. Y me dan tantas ganas de besarlo, o quizá de jugar con él, de burlarnos el uno del otro, de hacernos reír, de pegarnos, de odiarnos y desodiarnos, de ser hermanos.

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