jueves, 3 de diciembre de 2009

Si lees este mensaje, dejará de estar dirigido a ti

No sé si es verdad o no lo que digo, lo que sé es que es verdad.

El libro se llama el arte de tener razón, no el arte de aparentar tener razón. La razón no se tiene, la razón se sostiene. La razón es un hilo que funciona perfectamente (es decir, no pierde su capacidad de ser un hilo) en cualquier sitio donde este se coloque. Y “la cosa” del juego no es colocar el hilo en el lugar correcto, lugar que no existe, sino hacerse con el hilo. Cogerlo, tocarlo, saborearlo un poco, y soltarlo de nuevo y marcharse, y dejar sitio a los demás visitantes que vienen a ver la jaula del animal salvaje y quieren meter la mano, a ver qué pasa. Sí, es verdad que el libro se llama el arte de tener razón y no el arte de sostener razón, pero es que lo de tener fue una mala traducción del alemán.

El juego es ganar. Buscamos ganar, ¿pero qué hacer una vez has ganado? ¿Qué hace un rey destronado al que le han entregado, regalo de consolación, un solo juguete roto? El miedo del rico es perderlo todo, el miedo del pobre es perderlo todo.

Es el padre que se casa con una mujer que tiene un hijo y se muere la mujer, y se queda él con el hijo que no es suyo, que más bien era una carga. No puede abandonarlo, porque, ¿Cómo dejar huérfano al niño? Y entonces lo mantiene como puede, pero deseando en realidad que el niño se marche cuanto antes de su lado. Diplomacia. (Estados Unidos - Filipinas).

El alcohol es un brebaje mágico. Poción curativa, veneno mortal, afrodisiaco placeres. El camarero brujo que vuelca en un tubo transparente y alargado un poquito de esto, un poquito de lo otro.

El mensajero, maratón, que muere nada más dar el mensaje. El toro de Córdoba. El virus que necesita comer y que cuanto más coma, mas se muere. Y sabe que es un virus y reniega de su condición, pero sigue siendo un virus. El virus nació para matar al cuerpo del que se alimenta, es decir, el cuerpo que a él le sirve como soporte para estar vivo. El virus está hecho para matar su entorno y con ello a sí mismo.

Hay un aspecto, un matiz donde no hay matices, donde la esencia diluye cualquier pero que fuera a ensuciarla un poco. Y el verdugo es verdugo y la víctima es víctima, siempre, aunque sea la víctima primero la que sugiera y después la que suplique: “Mátame”.

Los jeroglíficos son jeroglíficos, pero significan cosas. A lo mejor nunca dejo de ser un individuo (en todos los sentidos, incluido el -“¡Pero qué individuo estás hecho!”- y cosas así despectivas), y eso, lejos de recordar la emoción que me produce (gusto o disgusto),

España es el infante que se sonroja ante el piropo y la sensualidad de su amante adulto. Es el niño avergonzaíllo. España es el rey destronado, el niño con un solo juguete roto. El mundo está a punto de morir, nosotros somos el virus suicida. No es un imperio que se derrumba, sino un imperio que se derrumba. El rey de la selva es solo el que no sabe que es rey de la selva.

Leo sobre los virus: Otros biólogos los han descrito como organismos en el borde de la vida, en el límite entre la materia viva y la materia inerte.

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